Jun 2, 2009

Parte del Discurso de Paulo Coelho en el acto de su incorporación a la Academia Brasileña de Letras -28/10/2002.

Martin Luther King recordaba que los griegos poseen tres palabras para designar ese sentimiento: la primera es “Eros”, el amor saludable y necesario entre dos seres humanos, que se buscan, se encuentran o se desencuentran. La segunda palabra es “Philos”, la pasión que nos empuja al encuentro de la sabiduría, de los amigos, de la filosofía, de los legados que nos dejaron las generaciones anteriores. Finalmente existe la palabra “Ágape”, el amor mayor, aquel al que – como bien recuerda Martin Luther King –  Jesús se refería cuando dijo: “Amad a vuestros enemigos”. Un amor que está más allá del acto de gustar, porque no nos puede gustar quien nos agrede, nos ofende, es injusto en sus comentarios, liviano en sus acusaciones y prejuicioso en sus opiniones. No nos puede gustar pero podemos amarlo y, a través del amor, entender que detrás de cada actitud mezquina y destructiva existe un inmenso deseo de ser comprendido, aceptado, apreciado.
 
El Buen Combate es aquel trabado porque nuestro corazón lo pide. En las épocas heroicas, en el tiempo de los caballeros andantes, esto era fácil: había mucha tierra para conquistar y mucho por hacer. Hoy, sin embargo, el mundo ha cambiado y el Buen Combate se ha trasladado desde los campos de batalla hasta  nuestro propio interior.
El Buen Combate es aquel que se libra en nombre de nuestros sueños. Cuando éstos estallan dentro nuestro en todo su vigor - en la juventud -  tenemos mucho valor, pero aún no hemos aprendido a luchar. Después de mucho esfuerzo, terminamos aprendiendo, pero entonces ya no tenemos el mismo coraje. Por eso, nos volvemos contra nosotros mismos, y nos transformamos en nuestro peor enemigo. Decimos que nuestros sueños eran infantiles, difíciles de realizar, o fruto de nuestra ignorancia de las realidades de la vida. Matamos nuestros sueños porque tenemos miedo de  librar  el Buen Combate.
El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo. Las personas más ocupadas que conocí en mi vida siempre tienen tiempo para todo y para todos. Las que no hacen nada están siempre cansadas, no terminan el poco trabajo que han de realizar y se quejan constantemente de que el día es demasiado corto. En realidad,  ellas tienen miedo de saber a dónde conduce el misterioso camino que pasa por su aldea.
El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños son nuestras certezas. Porque no queremos aceptar la vida como una gran aventura a ser vivida, pasamos a creernos sabios, justos y correctos. Miramos más allá de las murallas de nuestro mundo organizado, donde la ciencia y la filosofía ya tienen todas las respuestas, donde todas las dudas ya fueron resueltas por las ideologías, juicios y prejuicios. Miramos y vemos las grandes caídas y las miradas sedientas de conquista de los guerreros, oímos el ruido de las lanzas que se quiebran, sentimos el olor de sudor y pólvora. Entonces decimos, desde lo alto de nuestras torres de marfil: “Ellos no saben lo que yo sé”.
Con esa actitud arrogante jamás percibimos la alegría, la inmensa alegría  que existe en el corazón de quienes están luchando, porque para ellos no  importa ni la victoria ni la derrota, sino solamente mirar al mundo como si fuese una pregunta – no una respuesta – y a través de esa pregunta  intentan dignificar sus vidas.
 
Raul Seixas describe bien la alegría en el corazón de los guerreros al escribir:
 
Prefiro ser
Uma metamorfose ambulante
Do que ter aquela velha opinião
Formada sobre tudo.
 
(Prefiero ser
Una metamorfosis ambulante
Que tener aquella vieja opinión
Formada sobre todo.)
 
Finalmente, el tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la Paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos grandes cosas, y sin exigir más de lo que queremos dar. Consideramos entonces que estamos maduros, dejamos de lado las fantasías de la infancia y conseguimos nuestra realización personal y profesional. Nos sorprendemos cuando alguien de nuestra edad dice querer aún tal o cual cosa de la vida. Pero, en verdad, en lo íntimo de nuestro corazón, sabemos que lo que   sucedió fue nuestra renuncia a la lucha por nuestros sueños.
Cuando encontramos la paz, tenemos un corto período de tranquilidad. Pero los sueños muertos comienzan a pudrirse dentro nuestro, y a infestar el ambiente en que vivimos. Comenzamos a volvernos crueles con aquellos que nos rodean, y finalmente pasamos a dirigir esa crueldad contra nosotros mismos. Surgen las enfermedades y las psicosis. Lo que queríamos evitar en el combate  - la decepción y la derrota – pasa a ser el único legado de nuestra cobardía. Y, un buen día, los sueños muertos y  podridos tornan el aire difícil de respirar y pasamos a desear la muerte, la muerte que nos libre de nuestras certezas, de nuestras ocupaciones y de la paz de las tardes de domingo.
 
En los momentos en que hemos de tomar una decisión muy importante, es mejor confiar en el impulso, en la pasión, porque la razón generalmente procura alejarnos del sueño – justificando que aún no ha llegado la hora. La razón teme la derrota. Pero a la intuición le gusta la vida, y los desafíos de la vida.
 
SIC TRANSIT GLORIA MUNDI. La gloria del mundo es transitoria, y no es ella la que nos da la dimensión de nuestra vida sino la elección que hacemos de seguir nuestra leyenda personal, tener fe en nuestras utopías y luchar por nuestros sueños. Somos todos protagonistas de nuestras vidas, y muchas veces son los héroes anónimos – como el centurión romano –  los que dejan las marcas más duraderas.

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